Muchas veces estamos viviendo en una eterna espera, y si, la vida también es esperar.
Pero otras veces esperamos más de lo que deberiamos. Como si tuviéramos que esperar a que venga alguien y nos arregle la vida, en vez de ser responsable de nuestra propia vida. Esperamos lo que nosotros decimos la ocasión perfecta pero no la creamos. Nos da mucha pereza y no vemos las oportunidades que se muestran en el día a día, y si las vemos dudamos tanto y no las aprovechamos.
Nos gusta hacer muchas cosas, sin embargo no las hacemos por miedo o pereza.
Nos convertimos en indecisos, porque acostumbramos así a la mente.
Lo cómodo es que nos pongan las oportunidades en bandeja, delante de nuestros ojos.
Nos gusta lo cómodo y al final nos acostumbramos a no ver ni buscar oportunidades.
A veces mi cuerpo dice que deje de estar absorta pensando en la mierda de que tengo, y pase a la acción y mejore mi vida. Que si estoy tan aburrida, que haga una actividad de provecho. Que si quiero tener un mejor trabajo, estudiar. Que si me gusta escribir, que escriba. Y sin embargo a veces no lo hago, me intento entretener con las mismas costumbres de siempre, sin salir de la zona de confort. O mejor aún que venga alguien y me entretenga.
Pero no, hay que pasar a la acción y decidir lo que es mejor para nosotros y para nuestra felicidad a largo plazo.
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